sábado, 6 de noviembre de 2010

Literatura como interrupción


Leo a Piglia en "El último lector" y me disparo con la imagen de Kafka y sus cartas a Felice, en las que la seduce y aleja, y el ejemplo de una lámpara citada en un poema chino que le envía a ella donde la mujer se irrita porque el marido lee en la cama y pierde noción del tiempo.

Me pregunto ¿quién interrumpe a quién? Porque por un lado, como suelo observar y quejarme, siento que la vida familiar, la rutina de trabajo, las mil distracciones del mundo atentan contra mi deseo de escribir y leer, de conectar con la literatura. Y vienen a mí imágenes de la infancia cuando soñaba con ser militar o religioso, hermitaño o preso, para encontrar la soledad de la disciplina, el claustro, la celda o la cueva, desde donde poder crear puramente. No han sido pocos los que han escrito desde el encierro o el exilio, en una especie de desconexión del mundo que ha colaborado con su concentración.

Ahora, por otro lado, la literatura, el acto de leer y escribir, también es una distracción del mundo, una forma de construir uno nuevo que no existe, transportarse, alienarse, no estar. Es como una adicción con las mismas características que los juegos de video, algunos deportes, la comida. Una experiencia de satisfacción momentánea, que puede ser más o menos duradera, que irrumpe en el trajín de una vida social, laboral y familiar que le es, muchas veces, absolutamente ajena.

¿Quién interrumpe a quién? ¿Es el lector que molesta con su lámpara e interrumpe el sueño u otros planes de su pareja? ¿Es el que reclama por la hora que interrumpe esa conexión con el arte y la literatura?

3 comentarios:

  1. Alienarse o construir un mundo que no existe, es cierto. Creo que el que interrumpe es el lector aunque sienta que lo están interrumpiendo a el. La lectura tiene un costado bastante egoísta, hay que reconocerlo aunque nos duela, por eso es tan importante poder compartir la pasión por ella.

    ResponderEliminar