miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sueño

Mucho, mucho, pero mucho sueño.
Estaré sin conexión varias horas y estoy obligado a poner este mensaje insípido para cumplir con mi promesa.
Ojalá esté durmiendo a las 11:45 de hoy.

***



Lo anterior fue escrito de madrugada, ahora estoy un poco mejor, sólo un poco. Tengo varias cosas que escribir sobre percepciones latinoamericanas que están incubándose en mí. Como adelanto dejo constancia de los siguientes puntos, que podré ignorar o ampliar más adelante: la pena colombiana, la religiosidad salvadoreña, relaciones entre clima y modos de relación, nacionalismo es comer todos lo mismo, el orgullo de los centros comerciales, maras y mareros, las distintas versiones de la hospitalidad, el alcohol y la paz social.

En esta edición de la serie me detendré en la sorpresa que surge en diferentes momentos -lo hablaba anoche con algunos amigos- sobre el modo en que muchos habitantes de una ciudad recomiendan sus centros comerciales como lugares que un turista debería visitar. Entonces, en Rosario o Buenos Aires, Lima o Bogotá, Santiago de Chile o San Salvador, es importante conocer los malls, ver una y mil veces las mismas tiendas, reconocer las marcas que están a un lado y otro del planeta. No importa que en la plaza a un lado del centro comercial esté la obra de un escultor que simboliza el dolor o la pasión de ese pueblo, es inútil preguntar por el lugar donde los primeros españoles desembarcaron y armaron el primer fuerte de la conquista, que después utilizaran los revolucionarios, o el jardín botánico o el mar, el cerro, el volcán.

En un arrebato de bronca, me imaginé que me recomendaran pasear por un aeropuerto, el lugar más impersonal de cualquier ciudad, el más parecido a otras ciudades del mundo. Es como sugerirme comer en una casa de comida rápida cuando puedo probar pupusas, patacones, tiraditos y ceviches. Supongo que para ese tipo de recomendaciones hay un tipo de turista, que busca lo conocido, que quiere comer milanesas con papas fritas en la India y sacarse una foto con el payaso de las hamburguesas en Medellín, seguramente. A mí no, no.

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