viernes, 12 de diciembre de 2008

Marc el argentino

Me enteré que seré tío nuevamente, me enteré. ¡Pucha que la alegría me pegó para cualquier lado!


para Paula, pero sobre todo para David

¡Cagaste hermano! Vos todavía no caíste en cuenta, pero tendrás un hijo argentino. Claro que hablará catalán, que se llamará Marc, que tal vez sea hincha del Barza y pase la mayor parte de sus Navidades con frío y hasta nieve. Es un hecho que tendrá pasaporte de la Comunidad Europea, juntará céntimos y no centavos, y cantará canciones tradicionales de odio a España y la corona, como buen hijo de su padre. Podrás argumentar mil cosas más, pero no importa porque yo sé que la Paula lo educará en secreto, porque nos llaman primos pero somos casi hermanos y compartimos la mitad de los genes, es decir: dos de cuatro abuelos. Eso es mucho. Además la conozco de jugar escondidas, leer juntos la colección completa de “Elige tu propia aventura”, de pasar madrugadas charlando y tardes jugando a la canasta, de haber hecho travesuras juntos y, de algo que nos aúna mucho más, de recibir juntos el castigo. De eso estoy seguro y es que mi prima, como buena madre argentina, aunque ahora quiera ocultarse tras una imagen construida con años de esfuerzo, sabrá cumplir su rol y criará un hermoso gordito sudaca.

Dirás que tenés suegros y cuñados que ya dicen esto, pero yo insisto en que no es lo mismo y, aún más, considero fundamental mi función de tío a la distancia. Porque llegará el día en que Marc quiera saber de la tierra de su madre y sus abuelos, pregunte por la familia que quedó lejos, o sea por mí y decime si no es importante que yo esté acá para cuando el niño quiera saber de los que nos quedamos. Está bien, formaré parte de la lista de nombres que serán un mapa, fotos, relatos. A mí me basta con eso.

Por supuesto, antes de eso habrá funcionado un biorritmo genético inexplicable y ya lo habrás visto taciturno y vacilante ante el mejor programa de humor ibérico y en cambio llorando de risa con Capusotto o Alfredo Casero, piezas de un museo en Internet. Ya habrá comido tortas con dulce de leche que le hará su abuela sólo para él, abuela que además es mi madrina. ¡Hay pibe, en la que te metiste!

Sé que ahora mismo vos querés defenderte, argumentando que los catalanes son “cabrones hijoputas” que no tienen por qué temerle a nadie, pero yo insisto. En tu propia casa vas a tener un argentino, un pedacito de garca durmiendo en tu habitación y después escribiendo tus paredes. Nosotros somos bien jodidos, por si todavía no te diste cuenta. En este país, enfrentamos a los españoles con lanzas en el Norte y ahora les afanamos Repsol y Aerolíneas, echamos a los ingleses con ollas de agua hirviendo y somos amigos de Bono y Sting, metemos goles con la mano en los mundiales e invertimos el orden migratorio invadiendo a nuestros propios colonizadores. Somos ladinos, desconfiados y terribles negociadores, y también simpáticos, entradores y inefables querendones. En pocas palabras, alimentarás al enemigo en casa.

Seguro que ahora vas entendiendo y querrás negociar, diciendo que el retoño será medio y medio. Pero nadie es medio malo y medio bueno. Lo primero anula lo segundo, no hay caso.

El día del que hablo, el día que va a llegar aunque no quieras, un día engañoso que comenzará como cualquiera, Marc pensará que sería lindo cenar ensalada de frutas y sándwiches de miga para Año Nuevo y querrá mirar un río marrón ancho como un mar. Sentirá un deseo irrefrenable de ver atardecer en una llanura donde se pueda ver un árbol que sobresale en el horizonte a kilómetros de distancia, ser devorado por mosquitos y degustar milanesas a la napolitana. En esa jornada nefasta, recorrerá con un dedo en el globo terráqueo –el Google Earth o lo que exista en ese momento– la brecha que separa España de Argentina, Girona de Santa Fe. Y te va a mirar, no te lo va a decir, porque quizás no tenga los vocablos, pero te va a clavar los ojos de una forma que vos vas a entender lo que piensa y escucharás resonando en tu cabeza estas palabras: “¡Jodete Papá-boludo –porque ese es el mote que te quedará en adelante–, tuviste un hijo argentino!”

No te sientas traicionado, ni ofendido. Sé que podría haberte avisado antes, pero ¿qué querés? ¡Yo también soy argentino!

Esteban Morin
Diciembre de 2008

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Defensa de Cortázar (de la elección de Cortázar)

Por J.C. Brandsen

Antes de pasar a la defensa de lo indefendible -es decir, antes de leer una serie de excusas que no justifican ni avalan una decisión arbitraria y hueca- y en mi calidad de abogado practicante (corvus labia), solicito a su excelencia el Sr. Juez, mi amigo personal y compañero de chinchón, que tenga a bien tomar en consideración, antes de emitir su veredicto sobre el caso de desacato y no seguimiento de la consigna del abajo firmante (el defendido), la condición de inimputabilidad del mismo dadas sus nulas capacidades en la materia y su falta total de discernimiento en lo que respecta a lo correcto e incorrecto dentro de los claustros educativos.
No es perdonable su ofensa a la institución universitaria, por la que debería pagar con creces todas las fotocopias que compre de ahora en más, ni su estúpida arrogancia, a la que debería responderse con una soberbia bofetada de palma y dorso. Lo que sí debe contemplarse, y es lo que pido humildísimamente, es su inocencia infantil y sus burdas palabras.
Entre nos: es tan idiota el pobre que no sabía lo que hacía.
Ahora espero que lea sus expresiones y sea misericordioso, como Dios santísimos que conoce los vericuetos más oscuros del alma y aun así no es vengativo.

Se firman treinta y dos ejemplares de un mismo tenor (y barítono) en la Ciudad Fabulosística de Fray Luis Beltrán (ex-Borghi), a los diez días del mes de diciembre del año de nuestro señor de dos mil y ocho, con noventa centavos.


¿Por qué Cortázar? Defensa del trabajo

Centré mis producciones finales de la asignatura Periodismo y Literatura en algunos textos de Julio Cortázar. Específicamente en el análisis de un autorreportaje publicado por la revista Crisis en 1974 y en la construcción de una entrevista imaginaria con el autor en octubre de 1961.

Se me deberían cuestionar muchas cosas y seguramente se me preguntará, con razón, por qué elegí trabajar sobre Julio Cortázar cuando ninguno de sus textos se incluye en los de la cátedra y ni siquiera él, como autor, es considerado un escritor con producción periodística, que haya tenido sus inicios en el periodismo ni nada por el estilo. Se me recordará que ésta es una asignatura electiva de la carrera de Comunicación Social y que si se habla de literatura es porque existe una “interrelación profunda que, históricamente, se ha dado entre el discurso periodístico y el discurso literario” (Retamoso, 2008), pero que no debe perderse de vista el objeto de estudio.

En defensa de mi opción, podría decir que Cortázar es un autor que puede considerarse a caballo de la literatura ficcional y el trabajo testimonial, sobre todo en obras como Libro de Manuel. Podría sostener que el artículo Estamos como queremos o los monstruos en acción podría compararse con algunos de los materiales seleccionados de Rolling Stone, Página 12 o las Crónicas Digitales de Meneses. También podría afirmar que, si es posible realizar la relación entre periodismo y literatura, intentando el camino que une al primero con el segundo, también sería válido intentar el camino inverso que vaya desde la literatura al periodismo, buscando aquellas características en la literatura que la incluirían como una forma de periodismo, de crónica histórica.

Hasta podría decir que Cortázar es un autor ineludible porque sus aportes a la visión de una época y la figura del exiliado, del escritor revolucionario, han conformado –junto con otros escritos y productos culturales– una generación de lectores.

Por otro lado, podría argumentar que las contratapas de Página/12 se consideran periodismo literario o literatura periodística sólo porque su soporte es un diario, ya que agrupadas de otro modo podrían leerse como ficción y literatura. Y lo mismo con las notas de Rolling Stone o las Crónicas Digitales de Meneses.

Podría sostener que elegí la nota de Crisis de 1974 porque ilustra la época de mi nacimiento y siempre es importante intentar conocer de dónde uno viene, y que realicé la entrevista ficticia en 1961 porque me hubiera gustado descubrir los indicios que después se incluirían en Rayuela, publicada un año después; ver entonces la semilla del relato que vendría.

Podría decir, yendo aún más al extremo, que el aula donde se dictó la materia de Periodismo y Literatura durante este año 2008 se llama Julio Cortázar y que eso debería admitirse como suficiente inspiración. O que siendo ésta mi última materia, después de catorce años de haber comenzado a estudiar Comunicación Social ya quiero Cortar-¡zar! y que este autor forma parte de la investigación para mi tesina de grado y que a esta altura es necesario aprovechar energías para pasar a otra cosa.

 

Todo esto podría, y si bien todo ha influido en mi decisión, ninguna de éstas es la causa verdadera y profunda de mi elección.

En realidad (y valga el discutido término de realidad), leyendo a Cortázar pude encontrar que vivimos en un mundo de coincidencias donde la excepción es la regla y nada puede darse por hecho, pude ver que los hechos adquieren su significado a posteriori en el relato. Sin relato, sin construcción, lo sucedido se pierde –al estilo de la masa amorfa de sonido que el significante recorta– en un continuo donde todo acontece en un presente que no entiende de antecedentes o consecuencias.

Un disparo es un disparo y un muerto, un muerto. Lo que hace de eso algo extraordinario o vanal es el relato que llega hasta ahí o que sigue después de eso. Cortázar demuestra que todo hecho es “noticiable” porque es “relatable”: la caída de una gota de agua, subir una escalera, recibir una carta… Lo que hay que encontrar es la forma y lo que hay que respetar es “el cuento”.

La vida de este autor parece demostrar que lo importante es cómo se cuenta, ésta es la hipótesis que surge hoy al cerrar el trabajo. Cortázar, aun cuando quiso comprometerse con una realidad “externa”, un movimiento político, una causa, lo que hizo fue construir un relato, uno maravilloso, lleno de héroes y traidores, valientes esfuerzos por construir una historia más justa o más ajustada a los criterios de un buen relato. Pero él mismo, que admitió que no pudo escribir ninguna historia alegre o feliz, se jugó por un cuento que no podía terminar bien.

Lo que sí queda, lo que intento rescatar, es su voluntad permanente de transformación que es –o debería ser– la de todo el que escribe como profesión. En esto es en lo que se reconocen periodistas y literatos: quieren construir su relato, contar su historia y con palabras dar un sentido al mundo. ¿No es acaso eso lo que estamos haciendo acá, dar un sentido?

 

Esteban Morin

Diciembre de 2008

 

 

Cita

Retamoso, Roberto y otros (2008). Programa de la asignatura Periodismo y Literatura. Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales. Universidad Nacional de Rosario.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Julio Cortázar: los lados del Océano


Entrevista realizada como trabajo final de la materia Periodismo y Literatura, de la carrera de Comunicación Social. Presentada en octubre de 2008.

Julio Cortázar: los lados del Océano


El departamento está al final de unas escaleras de mármol. Él va delante de mí, subiendo los escalones de dos en dos, con esas piernas interminables. Me cuesta seguirlo con mi bolso lleno de libros y papeles. “Y eso que fuma tanto” pienso. Afuera está nublado y cae una llovizna helada, un tiempo parisino de ensueño. Abre la puerta pesada y entramos.

Combinar la entrevista fue más fácil de lo que parecía, aunque viajar fue un poco más complicado. En fin, acá estamos del otro lado del océano.

–Pasá, sentate –dice y señala un sillón con un dedo huesudo, en una mano blanca y un brazo como puente levadizo.

Me acomodo mientras él va a la cocina y vuelve con dos “nescafés”.

–Nescafé –murmuro mientras huelo mi taza y él sonríe, con esa cara lampiña y esos ojos vivaces. Tiene cuarenta y siete años y transmite una energía que descoloca. Parece que olvidó de contar sus cumpleaños cuando vino a París hace diez años o tal vez antes. Tiene el pelo negro y corto, y una delgadez que incrementa todavía más su largo cuerpo. Es en realidad la pintura de un niño grande, un adolescente tímido y eternamente desgarbado. No es un cronopio, ni verde ni bajo ni gordito, es su dios extranjero, su mago maestro.

Iba a comentarle que ya nadie toma nescafé, que esa bebida es más famosa en los libros que en el mercado, que lo mismo pasa con los cigarrillos galuoise –y en verdad con cualquier tabaco–, cuando lo observo cargar su pipa lentamente y encenderla como a una mecha, pipa-mecha en boca-bomba. Va a estallar, pero lenta y armoniosamente como un acorde que dispara en escala de jazz o los primeros ruidos de una tormenta.

–Preguntá lo que quieras, pero contame de Buenos Aires. Venís de allá, ¿no? –me lanza a repetición con sus erres tan disonantes y esa voz de ogro de cuentos.

Pienso antes de responder, no es cuestión de que me crea loco, aunque estoy loco, pero eso no es lo importante en este momento.

–Todo bien –digo–. Ahora empiezan los días lindos para caminar por la ciudad.

–Sí –dice mientras afirma con la cabeza y después pierde la mirada en el piso–. Ahora llueve en París y parece que no va a terminar nunca.

Me dan unas ganas terribles de contarle de un tirón todo lo que le espera, pedirle que escriba nomás la novela que está pensando –o que la termine si ya la está escribiendo– aunque le lleve un pedazo del alma y del cuerpo, advertirle que no crea todo lo que escuchó en la isla del caribe, aconsejarle que haga lo que sienta, sí, pero que escriba sin escuchar a detractores de un lado y del otro, que nosotros, sus lectores lo seguiremos más allá del tiempo y la política, descubriendo sus mundos, viviéndolos.

El golpeteo de las gotas en la ventana va colándose en el silencio y saco la libreta de un bolsillo (tuve la precaución de no llevar ningún grabador moderno).

–¿Quiere que empecemos? –pregunto.

–Por favor, tuteame –dice con una risa fuerte y cavernosa–. No te tomaste el problema de venir hasta acá para quedarte en formalismos. Vamos a meternos de lleno en lo que te interesa.

–¿Qué opinás, como escritor, sobre la realidad y su construcción desde el periodismo y la literatura?

–Ese es un tema que puede dar para mucho. Y aunque no tengo experiencia real en periodismo podría relacionarlo con la labor literaria, aunque últimamente hago cada vez menos literatura. Creo que todos somos cronistas. En Teoría del Túnel yo veía cómo la literatura no podía dar cuenta de la realidad del escritor ni de mucho más. Suscribía –y todavía lo hago– a los principios del surrealismo como una forma más propicia para dar con algo del orden de la verdad. Por ejemplo, en ese panel –estira un brazo señala una de las paredes cubierta de recortes de prensa, fotos, tickets del cine– yo voy juntando cosas que me interesan y se van reuniendo sin un orden previo… sin intención –remarca con las manos cerradas este último concepto– y, sin embargo, voy encontrando una línea que los une.

Me indica un recorrido en la pared que va desde la imagen del saxofonista Charlie Parker hasta donde se acumulan una serie de artículos en francés.

–¿Eso demuestra otra realidad para vos?

–No sé si la palabra es demostrar, pero creo que hace evidente, al menos para mí, que la realidad de los objetos que vemos y tocamos a diario tiene más de voluntad que de hecho dado. Queremos ver esto y nos negamos a ver otras cosas que cuando dejamos de forzar surgen, emergen.

Algo de la realidad que Johnny percibe en El Perseguidor.

–Sí. Johnny y Bruno personifican dos obsesiones y dos formas de ver la realidad. Si uno es quien vive la ruptura, que en el cuento es temporal pero también de otros órdenes, el otro es quien la verá pero hará como si no existiera, intentará no dejarse atrapar por esa toda energía que es Johnny. Mi forma de escribir se parece cada vez más a lo que simboliza el jazz y después de ese cuento siento que no podré escribir de otra manera más que siguiendo el ritmo propio del relato. Mis cuentos y la novela que estoy pensando se parecen más a los takes [tomas o sesiones] de grabación de un intérprete que a la composición concienzuda de una historia.

–Y sin embargo… hay relato.

–Claro que lo hay, pero como superpuesto de textos, de cuya amalgama surge una realidad distinta y a la vez más básica, como siempre presente.

Digo que entiendo y comparo internamente esta idea con la teoría de la lectura de Barthes y el lector modelo de Eco, también con el hipertexto y la lectura no-lineal, pero nada de esto todavía se ha escuchado o escrito. Por supuesto, también reprimo la intención de hacerme dueño de esas teorías y simplemente cabeceo mientras espero que quiera seguir hablando.

Da un par de pitadas a la pipa y continúa: –Lo que afirmo es que el traje de la alta literatura del siglo pasado ahora no puede vestir al hombre nuevo, ni al escritor ni a los lectores. Eso que me crié leyendo a sus autores. Hoy no alcanza.

Ahora se gira en la silla para ver unos papeles sobre la mesa. Aprovecho para mirar un poco más la habitación: a su izquierda, frente a mí, como parece repetirse en varios lugares de la casa, se ubica una biblioteca de techo a piso, un pequeño caos, mundo de palabras, saltos y piruetas.

Nos quedamos en silencio unos minutos y giro las hojas en la libreta buscando cómo seguir.


Creado y real

–Lo que quiero saber –interrumpo sintiendo que alguna urgencia llevará el silencio a la ruptura de la conversación y me quedaré con poco o nada–, es si vos pensás que hay dos realidades o una sola, o si lo que ves en la calle es o no es…. O qué es más real, si es que puede considerarse una cuestión de grado: la historia de un señor que regurgita conejos, lo que leemos en los diarios o este diálogo.

Seguro de haber quedado en falta con esa perorata, tomo más café para darme ánimo. Creo que él lee mi incomodidad, se levanta, se extiende como un telescopio, camina a otra habitación y vuelve con dos vasos de coñac. Me extiende uno, sonríe y pestañea como un gato viejo y juguetón.

–No me interesa responder a eso. Somos lo que podemos ser metidos en este lío de palabras. Somos y eso es real. Por supuesto que hay una realidad de los objetos, hay cosas que tocamos y vemos, pero tampoco son tan sólidas como creemos y mucho menos las leyes que derivamos de esas experiencias. Para responder a tu pregunta, en mi opinión Johnny Carter es tan real como Charlie Parker, no porque yo lo haya creado en base a lo que leí y oí del músico, ni porque esté haciendo ficción de una vida real, vida real entre comillas claro, sino porque es tan real como que ya está ahí y la gente lo lee y se identifica o no con el personaje, con sus miedos, sus ideas o palabras. En ese sentido vos y yo somos, para quien lea esta nota, igualmente reales que Johnny y Bruno.

Recuerdo el futuro, con lo raro que suena escribirlo. Él dirá: “qué se yo de mi mismo a la hora de obedecer a algo que me arrasa, que es mi incubo, que bruscamente me obliga a escribir un cuento. Hay un tipo de crítica que tiende a rechazar este acatamiento mágico del acto creador.” (Cortázar, 1973-2:226)

–Aunque Bruno podría ser aún más mundano y superficial…

–Esa es su característica como perseguidor. Bruno tiene miedo, persigue y es perseguido por el miedo de ser descubierto en una farsa, aunque los dos son perseguidores, pero de cosas distintas, de niveles distintos. Bruno escribe y persigue con sus palabras, la biografía que escribe, para alcanzar a Johnny, a un Johnny que él siente de una manera pero que le convendría que fuera de otra, que quisiera ver como un perseguido, pero no lo es. Johnny persigue con su música ese mundo del tiempo perdido, de la infancia, del presente y a la vez es perseguido por sus fantasmas, su adicción, la muerte. Todos somos perseguidos, los autores por los lectores, los lectores por todos esos libros que todavía no han leído y posiblemente nunca leerán. Hasta los personajes son perseguidos por el olvido que es la muerte de toda literatura. Y a la vez todos somos  perseguidores.

Algunos con mejores armas que otros.

–Sí.

–¿Nunca temiste convertirte en uno de tus personajes?

–¿Quién dice que no soy uno de mis personajes? ¿Quién puede afirmar sin caer en tautología que soy más real que lo que escribo? Los diarios están plagados de ficciones y de realidades, las novelas y los cuentos también.

Lo escucho y pienso en lo que dirán los diarios después, lo que callarán. Lo veo jugar ahora con el reflejo del coñac y la luz de la ventana. Imagino lo que sentirá cuando vea la cocina de la revolución y viva la historia de Heberto Padilla, escritor y periodista cubano que será apresado por enfrentarse a Fidel Castro, o cuando escuche testimonios de dolor y tortura en el Tribunal Russell o la historia le llegue por las propias víctimas y testigos. Si mantendrá esta postura, si este humanismo que hoy es literario, aunque él resista el término, adquirirá la forma de un compromiso distinto o será otra forma de estética.

Me imagino que tal vez ése sea el golpe de realidad que él está buscando y quisiera saber…

 

De escritor

–¿Cuál creés que es la función de un escritor?

–Habría que preguntarle a uno –responde y se ríe juntando las manos en el pecho–. Me siento un aficionado que escribe libros, que tiene varios y espera que vengan más, pero no me ubico en la vereda de los escritores profesionales que se toman esto como un trabajo de ocho a cinco. Tampoco digo que mi modo sea mejor o que esa forma no valga. Lo que sí siento es que así es como escribo y vivo. Yo creo verdaderamente, y acentúo lo de verdaderamente porque se ha querido decir por ahí que todo es parte de una postura… Decía que creo verdaderamente que las cosas que escribo surgen en una especie de abstracción mística. –Vuelve a reír y es casi contagioso. –No tiene nada que ver con el dogma religioso pero sí con cierta pérdida del control, similar a la escritura automática del surrealismo, aunque con cierta forma, como unas persianas que se abren y dejan ver un mundo y después se cierran. Así escribo, la historia me encuentra a mí y yo la pongo en el papel, que es una forma de decir que sigo una inspiración que surge de mí y no sé bien a dónde va a llevarme. En cierto modo, mi función de escritor es la de un catalizador, cristalizo algo que está ahí –hace gestos con las manos como apresando invisibles pero bellísimas mariposas– dando vueltas.

Ahora se queda en silencio y une el mentón con el pecho. Piensa, sueña, viaja… no lo sé. Cazador de palabras apresado por una idea.

–Y sin embargo hay un cuidado deliberado con el lenguaje y la forma.

–Sí, pero no creo en la diferencia de contenido y forma. Para mí son un todo indivisible. Los cuentos son el mejor ejemplo de esto ya que no los hay buenos o malos, sino con un mejor o peor tratamiento del tema. Y tampoco hay temas de poco interés, todo va en la intensidad del relato.

Más allá de que Cortázar va a desarrollar esta idea en “Algunos aspectos del cuento” (Cortázar, 1971:407) durante una conferencia que dará en Cuba dentro de dos años, él mismo ha producido para este entonces varios textos que representan claramente estos principios, como “No se culpe a nadie” (Cortázar, 2004:419-424), incluido en el libro Final del juego de 1956, donde se relata el intento de un personaje por ponerse el pull-over que culmina en su caída el vacío, la serie de instrucciones, entre las que se destaca “Instrucciones para subir una escalera” (Cortázar, 2007:27), y el micro-relato “Aplastamiento de las gotas” (Cortázar, 2007:109). Los dos últimos cuentos, escritos hace un tiempo, se incluirán el año próximo en “Historias de Cronopios y de Famas”.

 

París vs. Buenos Aires

–Siguiendo con la idea de realidad y construcción, y a partir de tu propia historia ¿es París más real que Buenos Aires?

–Me parece ahora que Buenos Aires es más real desde París –dice y se incorpora en la silla–. Voy dándome cuenta de cosas que no podría haber visto allá… que nunca vi allá. Es una cuestión de perspectiva que da la distancia física y de otra perspectiva que es la del recuerdo. Buenos Aires se congeló en una ciudad como la de mis sueños. Lo mismo pasa con Chivilcoy o Bánfield, su recuerdo o el lugar que ocupan en algún relato los vuelve más cercanos, más reales, que lo que yo los sentía cuando vivía ahí. Ni mejores, ni peores. Me fui de Argentina porque se me hacía insoportable la política que se había instalado y no me reconocía como parte de ese movimiento. Hoy desde Francia, me siento más argentino que hace diez años: sigo escribiendo en español y en un español muy rioplatense, que es en la única forma que surge mi producción.

Entonces París por estar más cercano es más distante.

–Hay lugares en París que son mi casa, me fascinan las galerías, los parques y los puentes. Camino mucho, pero no sé si la habito o me habita, si al caminar recorro, en cambio, otra ciudad distante e íntima que se superpone a ésta o la imita.

Cuánto han caminado y seguirán caminando por París sus personajes. Desde Bruno (El perseguidor) a Marcos (Libro de Manuel), pasando por el inolvidable Olivera (Rayuela).

En 1968 escribirá (Cortázar, 1995:31):

"Entro sin saber cómo en mi ciudad, a veces otras noches

salgo a calles o casas y sé que no es en mi ciudad,

mi ciudad la conozco por una expectativa agazapada,

algo que no es el miedo todavía pero tiene su forma y su perro y cuando es mi ciudad

sé que primero habrá el mercado con portales y con tiendas de frutas,

los rieles relucientes de un tranvía que se pierde hacia un rumbo

donde fui joven pero no en mi ciudad, un barrio como el Once en Buenos Aires, un olor a colegio,

paredones tranquilos y un blanco cenotafio, la calle Veinticuatro de Noviembre

quizás, donde no hay cenotafios pero está en mi ciudad cuando es su noche."

 

Despacio, como anticipando la despedida, va dejando de llover y le pregunto si podría leer un texto personal, una ficción donde el personaje viaja en el tiempo a encontrarse con otro. Sé que muchos escritores se incomodan con estos pedidos que los comprometen a hacer una devolución muchas veces desfavorable. Toma el manuscrito, se coloca esos anteojos inmensos y lee sin levantar la vista.

–Está bien para un artículo, pero no creo que sea de mucho interés para los editores actuales –sentencia calmo unos minutos después–. Tal vez, revisaría el último párrafo y cambiaría la frase final por “a ambos lados del océano”.

Rojo de vergüenza agradezco el tiempo regalado, nos damos la mano y salgo a la calle.

Es octubre de 1961, el cielo está cubierto y las calles de París están mojadas. Tantas cosas todavía no sucedieron, tantos acontecimientos llegarán, tantos sueños perecerán. Mis padres ni siquiera se conocen y faltan muchos años para que mis hermanos y yo vengamos a este mundo. Falta todavía más para que alguien me regale el primer libro de Julio y yo haga uso de esa llave y abra puertas y ventanas a otros mundos. Hoy también es octubre de 2008 en Rosario, Mateo –mi hijo de tres años– dibuja acostado en el piso mientras canta, imagino lo que él vivirá, con los años que vendrán, los libros que leerá.

Entonces salvo la doble distancia de geografía y tiempo, y doy por terminada la nota. Allá, él vuelve a escribir, viajar, vivir y morir. Acá, leeré, viajaré, viviré y moriré. Seguiremos encontrándonos, del otro lado del océano a ambos lados del océano.



Bibliografía específica – Julio Cortázar

Bauer, Tristán (1994). Cortázar (Film)

Cortázar, Julio (1971). Algunos aspectos del cuento. En Cuadernos Hispanoamericanos 251-255 (pp. 402-416). Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana (Ed.)

Cortázar, Julio (1973). Libro de Manuel. Buenos Aires, Editorial Sudamericana.

Cortázar, Julio (1973-2). La agarrada a patadas o el despertar de los monstruos o más sobre dados y ratitas o la respuesta del involuntario pero vehemente responsable: precisiones necesarias a Juan Carlos Curutchet, a Félix Grande y al pugilista del escarabajo de oro. En Cuadernos Hispanoamericanos 274–276 (pp. 223-229). Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana (Ed.)

Cortázar, Julio (1977). En A Fondo. Entrevista a Julio Cortázar. Madrid, TVE. http://video.google.es/videoplay?docid=-3562250863327291954. Disponible el 10/07/2007.

Cortázar, Julio (1994). Estamos como queremos o los monstruos en acción. En La Maga Colección Noviembre 1994. (Publicado originalmente en Crisis Nro. 11, marzo de 1974.)

Cortázar, Julio (1995). 62/modelo para armar. Buenos Aires, Alfaguara.

Cortázar, Julio (2004). Cuentos completos 1. Buenos Aires, Suma de Letras.

Cortázar, Julio (2004-1). Obra crítica 1. Julio Cortázar. Buenos Aires, Suma de Letras Argentina.

Cortázar, Julio (2004-2). Obra crítica 2. Julio Cortázar. Buenos Aires, Suma de Letras Argentina.

Cortázar, Julio (2007). Cuentos completos 2. Buenos Aires, Punto de Lectura.

Cortázar, Julio; Prego Gadea, Omar (1997). La fascinación de las palabras. Buenos Aires, Alfaguara.

Heker, Liliana (1993). Polémica con Julio Cortázar. En Cuadernos Hispanoamericanos 517 – 519 (pp. 590-604). Madrid, Instituto de Cooperación Iberoamericana (Ed.)


Bibliografía teórica

Amar Sánchez, Ana María (1992). El relato de los hechos. Rodolfo Walsh: testimonio y escritura. Rosario, Beatriz Viterbo.

Barthes, Roland y otros (1970). Análisis estructural del relato. Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo.

Barthes, Roland (1987). Escribir la lectura. En El susurro del lenguaje. Barcelona, Paidós.

Genette, Gérard (1989). Figuras III. Barcelona, Lumen.


jueves, 27 de noviembre de 2008

Tres viejos o más

[Relato breve para leer sin prisa.]

Hay un viejo sentado en un banco de una estación de trenes, en un paraje que ya ha perdido el nombre. Este anciano afirma que las formaciones que se ven, oxidadas y olvidadas a un lado del edificio desierto son las que viajan veloces mientras las máquinas que pasan de estación en estación, haciendo ruido y echando humo, como queriendo disimular, son las que en realidad se esfuerzan por quedarse en el lugar, las que trabajan para no avanzar. Este personaje cuida que, en el estático viaje de las locomotoras y vagones –a la vista y bajo su responsabilidad–, éstas no choquen entre sí y tampoco enfrenten a las que tan rápidamente se desplazan quietitas por toda la región. En el pueblo cuentan que cuando partió el último tren el viejo enfermó de tristeza. Nadie ha logrado sacarlo de la estación aunque pocos quedan a quienes esto les importe.

Otro señor de edad avanzada navega un viejo velero en pleno océano y grita desde el puente de popa, para quien quiera escuchar, que el mar se detendría y el viento cesaría, si la nave dejara de fabricar olas e hinchar sus velas. Todos consideran que tanto mar ha vuelto loco al viejo capitán, pero por miedo a su furia o por algún tipo de sabiduría –nunca se sabrá– nadie se ha atrevido nunca a detenerlo en tierra firme.

Hay un tercer viejo que cuenta historias que no son ciertas, que sólo existen en un papel, que es siempre el mismo papel convertido prácticamente en una mancha total de tinta. Ahí va poniendo palabra tras palabra, letra por letra. Muchos lo tildan de tonto y suponen que ha perdido el contacto con la realidad, aunque algunos en silencio y a escondidas se asoman a la maraña de trazos para leer su suerte y la de los demás.
Alguien testifica haber conocido a un cuarto y hasta a un quinto anciano. De éstos no ha trascendido ninguna característica, por lo que otro sospecha que son invenciones del primero o del tercero quienes –alguien más ha llegado a jurar, aunque nadie lo pueda demostrar– son los que escriben esta historia.

Esteban Morin
Noviembre de 2008

martes, 21 de octubre de 2008

Mateo y los deportes de riesgo


En la tarde de hoy y de una manera trágica, Mateo tuvo su bautismo de fuego en los deportes de riesgo. Un paracaidista quedó enredado en un cable frente a casa y todavía no han podido rescatarlo.

Uno es padre y va dándose cuenta mientras su hijo crece que la temeridad que fuera casi una marca registrada en la profesión de tío desaparece abruptamente cuando lo ve caminar por primera vez o subirse temblorosamente a un triciclo. Después llega la pileta o las corridas sobre pisos rasposos, los saltos en la cama –y uno recuerda los dientes del tío Carlitos marcados en la de la abuela que todavía son ejemplo aleccionador–, las trepadas a la cocina, los recortes con tijera, los enchufes, los escalones, la bañera. Todo es un entorno tan amenazante que pensar en escalar una montaña, subirse a una moto o tener una novia parecen riesgos lejanos e imposibles a los que –con un poco de suerte y mucho esfuerzo– probablemente nunca se enfrente.

Sin embargo, y como suele suceder con esas tranquilidades engañosas, uno se encuentra así, como quien no quiere la cosa, con un intrépido de tal calaña que termina accidentado en la puerta del hogar, exhibiendo sin pudor su violento deseo de experimentar con la vida y la muerte, su pasión por la adrenalina, su vitalidad. ¿Cómo puede combatir la imagen de padre cuidadoso y precavido contra el héroe anónimo que se lanza a la aventura? ¿Cómo inculcar los valores de tradición, hogar, familia y buenas costumbres cuando la osadía te cachetea en la cara de este modo?

Mateo se pasó buena parte de la tarde gritándole al pobre muchacho a quien nadie socorrió, ante la mirada impávida de sus padres y la ignorancia pétrea de los vecinos.

Ojalá se caiga el estúpido y no le den más ganas de surcar el cielo como bólido y compararse con los pájaros. Ojalá se le rompa para siempre ese colorido artefacto que ahora le jugó la mala pasada de quedarse atrapado en la trampa de viento y electricidad. Ojalá Mateo se olvide de este infeliz episodio y podamos volver a vivir en paz: al “cuidado Mateo”, “ojo Mateo” y tal vez al nuevo “No te hagas el tonto y acordate del paracaidista, Mateo”.


Esteban Morin

Octubre de 2008


El frente de casa después del accidente


El frente, un poco más cerca

Detalle del paracaidista

sábado, 30 de agosto de 2008

Encuesta

Esta es una encuesta para conocer el perfil de público de Filigranas. Por favor, marque todas las respuestas que correspondan al modo en que llegó a esta página por primera (y posiblemente última) vez.
La Redacción.


miércoles, 27 de agosto de 2008

Receta para espinado

por Mara Gunt

Tome un muchacho de buen corazón -será necesario contar con la colaboración de un proveedor confiable ya que la calidad hoy en día está disfrazada por la apariencia-, sáquele con cuidado cualquier resto de historia vieja, pero sin escarbar tanto como para no dejar heridas abiertas o avivar fuegos latentes, y déjelo macerando en mensajes de texto durante unas semanas.
Por otro lado, prepare a otro muchacho cualquiera (no hay requerimientos especiales para este segundo) y empápelo de miradas insinuantes y sonrisas cómplices. Esta preparación paralela es bastante fácil de realizar con compañeros de trabajo o cuñados inescrupulosos. Mantenga ambos en ambientes separados.
Una vez que la cabeza del primero esté quemada al noventa porciento, cocine en cama a fuego fuerte durante un par de meses, cuidando de introducir todo tipo de variantes creativas. Mantenga la segunda preparación en ambiente separado y vaya aumentando la intensidad con cuidado. Una buena opción es avanzar y retroceder, lo que los hace mantenerse interesados y ansiosos.
Cuando el primer mejunje empiece a balbucear sonidos amorosos profundos, organice una fiesta con el segundo, pídale a una amiga que saque fotos con el celular y se las mande al primero.
Vuelva al departamento del primero, sonría y cómase el corazón destrozado con espinas y todo. ¡Una delicia!

lunes, 4 de agosto de 2008

Entrevista

Filigranas solicitó a Mara Gunt, mientras prepara su serie personal en esta columna, que entrevistara a Narov Joseski y aprovechara la oportunidad como una suerte de presentación mutua para los lectores. Se transcribe a continuación el diálogo entre ambos.

Mara Gunt: –Señor Joseski ¿por qué no cuenta algo de sus orígenes para nuestros ansiosos lectores?

Narov Joseski: –Primero que nada: buenas tardes. No sé dónde habrá aprendido usted modales, señorita, pero se nota que le falta mucho todavía. Yo soy un señor mayor y merezco respeto. Además, una trayectoria como la mía no puede ser ignorada así porque sí de esta manera.

MG: –Disculpe entonces, señor Joseski. Buenas tardes, ¿cómo está usted hoy?

NJ: –¿Y a usted qué le importa? No sea entrometida y maleducada. Mi vida privada es cosa mía.

MG: –No quisiera molestarlo, señor, pero me mandaron hacer esta entrevista a la que usted también accedió. Si no es inconveniente, me gustaría hacerle algunas preguntas.

NJ: –¡Ah, sí! Claro, claro. Por favor, lance nomás sus cuestiones. Aquí estoy para responderle… bonita.

MG: –¡Disculpe!

NJ: –No se ofenda, señorita. Es que con esas piernas, uno entiende cómo usted ha podido crecer en el mundo editorial, contando con tan poco talento.

MG: –Su comentario es desubicado y sexista. La posición que ocupo la logré a fuerza de empeño, dedicación y talento, poniendo el pecho al periodismo comprometido.

NJ: –¿El pecho? Mire usted. Hubiera dicho que su fuerte eran las posaderas.

MG: –No puedo seguir con esto. Usted es un tunante insoportable.

NJ: –A mí no me corrés con insultos de diccionario, trepadora literaria. Conozco a tu clase. Los he sufrido en carne propia más de una vez. Desplazando calidad con amiguismo y favores.

MG: –Usted me confunde, Joseski, o sus ojos le fallan. No es que yo no aprecie mis propios dotes, pero estoy lejos de ser una jovencita encantadora: la nariz ganchuda, los ojos extraviados, mi brazos cortos y laxos, mi absoluta falta de delantera y encima la joroba. Sí, tengo un trasero enorme, pero el tamaño no dice demasiado. Me llevó años de terapia llegar a aceptarme como soy.

NJ: –Por favor, no trate de engañarme. Debe recibir piropos y propuestas a cada paso. Me extraña que haya venido sola a la casa de un hombre solo… porque usted sabe, soy solo.

MG: –Normalmente mi perfume es mi mejor guardaespaldas. Ya no sé qué hacer para dejar de transpirar así.

NJ: –Una mujer como usted debe provocar envidia a la mejor rosa.

MG: –¡Hombre, las cosas que dice!

NJ: –¿Por qué no se sienta a mi lado así hablamos con más naturalidad, sin ese grabador en el medio?

MG: –Mh… está bien.

La grabación se interrumpe en este punto. Junto al cassette, llegaron a esta redacción los dos textos que se publican a continuación: Receta para Pegote y Aforismo 2.

Receta para Pegote

por Mara Gunt

Consiga dos personas en el punto exacto de su necesidad. (Hay que aprovechar que en esta época se encuentran con bastante facilidad.)

Déjelas macerar un tiempo sus propias desgracias, pero no tanto como para que se agríen. Para saber el punto justo, pínchelas donde más les duele y compruebe que se enojen pero que no lloren. Si hacen lo último, se habrán pasado y la receta no funcionará.

Con esto resuelto, lo demás es simple. Colóquelas en la misma habitación y sume una excusa para que tengan que hablar obligadamente y deje que la preparación se cueza en su jugo. Si escucha gritos y peleas, seguidos de risas y zapateos o hasta susurros y gemidos, la receta ha funcionado a la perfección. ¡Disfrútelo!

(Próxima entrega: El espinado)

Aforismos 2

“A la oportunidad, le pinto la cara color esperanza.”

“Al que nace barrigón, esperalo con comida.”

Narov Joseski

jueves, 31 de julio de 2008

Estás haciéndolo

No me di cuenta antes, creo, por responder a esa forma que tienen las grandes verdades que se hacen visibles en un momento y desde entonces no pueden dejar de observarse. Así fue, una certeza, una flecha clavada en la frente en medio de un sueño, un dolor punzante que ya no pude evitar. Me desperté sobresaltado, como sucede ya de un largo tiempo a esta parte, con esa agitación interior mezcla de miedo y ansiedad que trae el olvido y el recuerdo de lo vivido en el mundo interno.

Había corrido por un campo verde de cielo negro. El pasto iluminaba todo, no había otra fuente de luz que el suelo. Corría y volvía a detenerme, con la frustración de sentir que no avanzaba ni retrocedía, ni llegaba a ninguna parte. En un momento, el firmamento parpadeaba, la tierra se apagaba y se hacía una noche negra, perfecta, sofocante, de ojos cerrados contra una almohada, que luego se aclaraba a sangre y sentía calor, mucho calor, y después nada, como si hubiese muerto. Ese fue el comienzo.

Me levanté con esfuerzo y en el baño advertí que estaba haciéndolo; no desde que me despertara, tampoco desde el sueño, sino que venía haciéndolo desde un buen tiempo y pensé que algo fallaba, que no podía ser cierto. Me observé en el espejo, bien de cerca, y comprobé que no era una sensación sino un hecho. No podía detenerme, el ruido era permanente e intenso, como olas y viento, el mar y el desierto. Me metí bajo la ducha implorando a la rutina que trajera sensatez a mi desconcierto. Mientras me llenaba de agua y aún con el estruendo de las gotas rompiéndose en la losa gastada, mientras me esforzaba en los números de azulejos: que si son diez de alto por ocho de ancho, hay ochenta piezas en una pared, que si cada una tiene veinte centímetros de lado, es un metro ochenta por dos, que si el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos… pero fue necesario sólo instante para el reencuentro de mi verdad absoluta de ese momento. Aún con el agua, el ruido, la geometría y el tiempo, aún con todo… seguía haciéndolo. Aquí me asusté y me puse serio, ya que tenía que resolverlo.

Cerré la canilla, me quedé en silencio y fijándome de nuevo en el espejo empañado, me detuve una aureola blanca alrededor de las pupilas de mi reflejo. En otro momento, eso me habría arrastrado como una tormenta. Cualquier día, pero no éste, habría pensado en la trama oculta del universo que muestra sus errores en esos pequeños gestos, como la imprevisión de un creador primigenio, que no supo anticipar que mi mirada en mi reflejo empañado descubriría cómo se escapa una parte del universo en esos mis ojos abiertos. Pero no pensaría eso entonces, no en ese momento.

–Yo puedo controlarlo –dije–. No lo necesito –completé ya sin creerlo. Y haciendo de tripas corazón dejé de hacerlo.

Al principio pareció simple, tal vez por el triunfalismo del primer intento y salí del baño sacando pecho. Ya a los pocos pasos las cosas se complicaron y, casi sin darme cuenta, estuve a punto de hacerlo. Tuve que redoblar esfuerzos para contenerme, pensé que no podía ser, que todavía estaba durmiendo y todo era un terrible sueño, que yo no lo necesitaba, que no era cierto y aunque ya era difícil hasta pensar –tenía un nudo en el pecho, el vientre se me contraía y me temblaban los dedos– por un instante más pude contenerlo. Pero fue sólo eso, llegó la frustración del anhelo y ya estaba otra vez haciéndolo, ahora con mayor energía y hasta violencia. El odio comenzó a carcomerme por dentro. No podía vencerme esto. Yo era más fuerte y, sin embargo, no dejaba de hacerlo. Pensé un momento: todo es cuestión de práctica y adiestramiento. Así como había llegado a mí este flagelo, con práctica y constancia podría detenerlo. Disciplinar la mente, ejercitar el cuerpo y construir el alma son cuestiones de tiempo y esfuerzo. Nadie lo hace bien en el primer intento, nadie logra la maestría en un solo momento, nadie es campeón sin entrenamiento.

Ya más tranquilo me senté en la cama, enfrentado al reloj y después de un breve conteo, volví a intentarlo. Las sensaciones se precipitaron como la primera vez. Con gran esfuerzo pude superar un minuto que sentí eterno. Apretando el reloj contra mi pecho, me acosté en silencio y mientras me hundía despacio en un sueño imperfecto y me resigné de nuevo a seguir haciéndolo. Lentamente, volvieron los campos verdes, los cielos blancos y negros, me fui conformando al verlos: al fin y al cabo, cuando todo sea noche dejaré de hacerlo.

Esteban Morin

Abril de 2008

viernes, 18 de julio de 2008

Vacaciones

El equipo de redacción de esta bitácora se toma vacaciones... con dos de azúcar, como corresponde.
Así que hasta la primera semana del mes de agosto no se publicarán novedades. Para los cientos de fanáticos que ingresan por día, permanecerán disponibles todos los viejos artículos. Así es que pueden revisar y estudiar todo que en cualquier momento viene el examen sorpresa.
Para los ansiosos que esperan saber con qué se econtrarán al regreso, aquí un breve listado de lo que se verá durante la segunda mitad del año:
  • Continuación de la serie "Mateo y..." que tendrá una periodicidad mensual hasta diciembre.
  • Más artículos de J.C. Brandsen que ya está comenzando su recorrida por diferentes espectáculos de vacaciones para hacer un pantallazo al regreso.
  • Cuentos que nunca terminan. Una serie de relatos de principio y nudo.
  • Incorporación de nuevos columnistas especializados en diversas áreas como Narov Joseski, con sus aforismos, Mara Gunt y sus recomendaciones gastronómicas.
No dejen de visitarnos.

miércoles, 9 de julio de 2008

Sobre el teatro







por J.C. Brandsen*

Breve aclaración

La secretaría de redacción de esta columna me ha dado otra oportunidad, muy a pesar de aquellos lectores que se han quejado por mi último artículo “Un crimen”, de expresar nuevamente mis opiniones, aún con la sugerencia –prácticamente una advertencia– de morigerar el tono.

Puedo entender que a ciertos espíritus simples no les guste –o no comprendan– mi estilo refinado y altivo, mi clara superioridad, dada la imperante superficialidad y torpeza de la que son víctimas en los folletines y publicaciones diversas de hoy en día. Intentaré pues, en esta oportunidad y en una estupenda lucha contra mi propia naturaleza, simplificar las expresiones aquí volcadas de tal manera que el vulgo que accede, pueda a su vez obtener algún concepto. Hubiera preferido decir que “con la verdad no ofendo ni temo”, pero es de grandes también saber cuando indicar a manera de cuento, cual relato para un niño pequeño, verdades infinitamente superiores y regalar generosa y humildemente a los compatriotas, aunque sea en una mínima parte, un breve conocimiento, cuyo cúmulo se convierte en verdadero yugo para aquellos “pocos sabios que en el mundo han sido”.

Con humildad, entonces solicito, lean el siguiente artículo y envíen su comentario a la casilla indicada. Los idiotas resentidos, hagan el favor de abstenerse. Quiero decir, se agradecerán los palabras edificantes que permitan al suscribiente mantener esta miserable fuente de trabajo.

J.C. Brandsen

Ribera del Paraná, 15 de julio de 1938



Sobre el teatro

Seleccionar una obra a la que asistir, eligiendo entre las numerosas invitaciones que una persona de mi reconocimiento social recibe diariamente, no es tarea sencilla y requiere de una entereza de carácter poco común. La gente como uno está obligada moralmente a dar su opinión sincera, sin miramientos y sin tapujos. La cuestión es que, luego de ardua deliberación interna, fui a ver una obra breve de varios autores contemporáneos, en una apuesta que una vez más fue un absoluto yerro.

Tal vez compartir mi experiencia con el público lector compense, por fuerza del consejo transmitido, algo del mal trago que tuve que soportar el viernes pasado.

Las sorpresas desagradables comenzaron desde temprano y ya al acceder al salón por una puerta lateral pude comprobar la mala calidad de la acústica y disposición de las localidades, así como la ornamentación extremadamente contrastante de todo el espacio. Resté importancia a esa situación, nimia en fin al contenido de la obra, e ignoré abiertamente las embelesadas expresiones con las que los otros asistentes miraban mi atuendo. Confieso que soy de la vieja escuela y entiendo que al estreno de una obra debe asistirse de rigurosa etiqueta, por lo que en esa oportunidad lucía mi lustroso frac, guantes y galera, algo que debe haber llamado la atención a los impresentables que me rodeaban.

Antes de comenzar la función, una oradora hizo las veces de presentadora y, en un discurso torpemente emotivo, felicitó a los actores por anticipado y dio inicio a la representación con efusivo “música maestro”… una paparruchada.

La obra era un espantoso collage sin el menor sentido artístico. Al ya insulso título, cuyo juego de palabras simplón no causaba el menor asombro, se sumaban las actuaciones con falencias de todo tipo. Los increíbles actores cometían errores al decir sus partes –hasta al pronunciar simples parlamentos– y representaban pobremente sus roles: algunos se bajaron del escenario llorando sin ninguna relación con el hilo de la trama –quizás en un intento modernoso de hacer participar al público– o quedaban atónitos, duros como estacas. El argumento era por demás de insulso y aburrido. Si Brecht viviera, hubiera vuelto a morir de odio o de risa por esta suerte de intento burdo de hacer teatro.

Se veían carencias por todos lados, por el de las interpretaciones ordinarias y la dirección insuficiente, desde la selección del texto y su producción. Ni hablar del sonido y las inexistentes luces, que tal vez quisieron introducir un concepto de hiper-realismo y en tal caso fue pésimamente logrado.

Luego de treinta minutos cayó el telón y pensé en que finalmente había terminado la tortura. Pero fue aún más grande mi turbación cuando, intentando escabullirme, el público estalló en vítores y aplausos rabiosos y se lanzó en búsqueda de los actores para abrazarlos y saludarlos personalemente. Está demás aclarar que huí despavoridamente del lugar y todavía me pregunto exactamente de qué fui testigo en ese momento.

Más allá del asombro del que todavía no me recupero y siempre en un respeto profundo por el arte y los artistas, sugiero enérgicamente no asistir a la función “Ana la rana aragana” producida por el jardín Los Cubitos y protagonizada por asistentes a la sala de tres y cuatro años. No hay derecho a llamar eso teatro.


* Columnista especializado en televisión y entretenimiento, invitado por Filigranas.

viernes, 4 de julio de 2008

Mateo y la socialización

Desde el primer momento supe que esto iba a ser difícil. Dos años representan toda una vida para ambos: compartimos muchas cosas, atravesamos momentos de gritos y llantos, luces y sombras, mudanzas y adaptaciones diversas, vivencias que nos fueron uniendo. Con las madres es distinto, la relación ya viene dada, pero con los padres es así, hay que construirla con trabajo.
Cada uno puso mucho para que se viva este vínculo padre e hijo y que se vea interrumpido –o al menos perturbado– así por el jardín es una complicación para ambos. Ya estoy bastante grande y admito que el dolor es mutuo y que no sólo él sufre la separación, no quiero hacerme el superado, sé que partir es partirse un poco, como dice el refrán, aunque siento que tal vez a él le falten recursos para afrontarlo.
El primer momento fue el más duro, tal como las señoritas lo advirtieron, y después mejoró, habrá sido por el acostumbramiento. Pero aún ahora, cuando ya ha pasado medio año, dejarlo ir, que se encuentre con gente nueva y diferente, que aprenda de sus pares, se desprenda un poco del núcleo familiar y haga cosas distintas sigue doliendo un poco acá, arriba de la boca del estómago y cerca de la garganta. Sí, sé que es importante para él y también para mí, pero agradezco que estén esas tardes que seguimos compartiendo juegos y, por momentos, ese silencioso acompañamiento de estar ocupados en nuestras cosas, él con sus juguetes y yo con mi trabajo.
Así es todos los días, todas las semanas. Nos separamos temprano a la mañana, fingiendo que todo va a estar bien, le doy un beso y cada uno se enfrenta con su soledad. Dedico esas horas a hacer lo que se espera de mí, a cumplir con mi deber, fingiendo que no mido el tiempo que falta para reencontrarnos. Después espero del otro lado de la puerta y mi ansiedad apenas se contiene. Pienso en cómo le habrá ido, qué habrá aprendido, cómo se sentirá, si estará angustiado, si podremos pasar una tarde en paz o volveremos a pelearnos como ayer. Me imagino que está ahí cerca, detrás de ese muro simple, ambos prisioneros.
Él sabe que lo espero junto con otros que también esperan sus propios reencuentros y sé, porque en esto estoy tan seguro que nos parecemos como astilla y palo, que se siente un poco solo, como si no encajara del todo. Aunque sé también que después se le va a pasar porque a mí me ha pasado.
Entonces la seño me anuncia y salgo, él me alza y me abraza, y en un instante aflojamos toda la tensión. Al final, no ha sufrido tanto… se ve que está aprendiendo y ya podemos vivir algunas cosas separados.

Mateo Morin
Junio de 2008

sábado, 14 de junio de 2008

Un crimen







por J.C. Brandsen*

A mí que no me embromen, es lo único que pido; porque no puede ser y seguro que cualquiera en sus cabales estaría de acuerdo conmigo –si existiera alguien en sus cabales en este país de orates–. A mí no me embromen… por favor. Después dicen que uno es el que se queja por todo; “ahí va el insatisfecho, el inconformista”, murmuran a las espaldas, pero esto es demasiado, no me van a convencer de otra cosa.

–¿Qué le vas a hacer? –me preguntó el diariero cuando le expliqué y me di cuenta de que su resignación no buscaba respuesta. Me dio asco verlo ahí, sentado en su banquito a la sombra de la garita, desparramando su cuerpo viscoso y pensé que así se iba a morir pronto, llenándose de tanta basura que nos quieren vender, ahogado por noticias truchas, grasa y asma. Le hice una mueca como una sonrisa y me fui, triste en el fondo porque que ya nadie hace nada y así vamos, a la deriva, perdidos en este mundo sin sentido donde los que nos animamos a decir algo parecemos desubicados o loquitos… Por favor, a mí no me jodan, los locos son otros, son los otros, ellos, los que están más allá riéndose de nuestra infelicidad, poniendo todos estos obstáculos.

También se rieron los chicos del locutorio cuando les contaba y me dijeron que “no me ponga así”. ¿Cómo quieren que me ponga?, pregunto yo a todos. Por lo menos hablo, tengo la decencia de decir lo que pienso y no pongo esa cara de marmota que identifica a nuestra juventud en estos días. Lo único que les preocupa es la ropa que usan o tener el pelito justo sobre los ojos. Esto no puede ser peor, si no hay punto más bajo al que caer, si todos los valores por los que han luchado nuestros mayores, nuestros prohombres, héroes, santos y mártires, si todo lo que nos explicaron nuestros padres con cariño o con palos, todo está en ruinas. Si San Martín viera en lo que nos convertimos, si lo hicieran Sarmiento o Alberdi, o el mismísimo General… qué vergüenza siento pensando en esto. Incontables sacrificios, enormes esfuerzos para construir la patria y vivimos hoy el acabose de la moral, aunque ahora está mal visto hablar de moral o estas cosas.

A mí que no me embromen, el lunes 9 de junio sentenciaron Marianela Mirra y Carlos Cruz en Bailando 2008… un crimen.

* Columnista especializado en televisión y entretenimiento, invitado por Filigranas. ¡Gracias maestro!

viernes, 13 de junio de 2008

Librería ideal


No sabe cómo entró al local, pero ya estaba sentado cuando tuvo el primer instante de conciencia. Tal vez fue el efecto de la luz, el olor a café recién molido, el eco del piso de madera, la sonrisa de la muchacha tras la caja, un rostro en la tapa de algún libro, los pequeños centros de mesa… la música, puede que haya sido la música que sonaba clara pero sin molestar, pero no, tampoco era eso y descomponer las partes no lo ayudaba; ya hacía tiempo que no ayudaba.

Pidió un café que vino con un libro para hojear y no tuvo tiempo para explicar que no tardaría en irse, que ni siquiera sabía por qué estaba allí ni para qué. Sorbió la bebida lentamente, se detuvo a observar las demás mesas donde otras personas parecían en la misma situación y entendió que lo que estaba incitándolo a permanecer, lo que había promovido que llegara hasta ahí, era cierta expectativa, cierto deseo de encuentro, cierta falta. De alguna manera, todos los presentes habían sido convocados.

(Continuará.)

martes, 10 de junio de 2008

Mateo y la magia


Lo que me gusta, o lo que hago todo el tiempo y por eso supongo que ha de gustarme, es la magia. No en el sentido esotérico porque me da mucho miedo, sino los trucos de ilusionismo cotidiano, como ponerme despacio a contar un cuento y partirlo al medio con una noticia que no es sino otro historia pero que no tiene ninguna obligación estética. O hacerme el muerto hoy un poco y renacer ayer donde nunca estuve y nadie podrá verme. O desaparecer, hacer como que desaparezco, cuando no hay más opción que estar ahí frente a todos y frente a mí mismo. O fingir que nada me importa, me involucra o me emociona y puedo estar por encima o por debajo de todo.

Hoy descubrí que Mateo sabe de magia. Después de llegar del jardín de infantes y mientras nos sentábamos a comer, yo me ausentaba en un truco viejo: me iba subiendo en pensamiento sobre pensamiento, razón sobre miedo; uno sobre otro iba escalando cada vez más oscuro y más lejos. Él, tal vez percibiendo esa ausencia progresiva, elevó su dedo desde la polenta que amasaba con calma y me tocó la nariz.

–¿Ete? –preguntó.

–Nariz –dije creyendo que buscaba mi validación.

–Ete una naiz –dijo con un tono mucho más elocuente que el mío y pasó luego su dedo por un lente y por el otro–. Ete un ojo, ete oto –completó.

Sus manos se movían con soltura, como las de un experimentado prestidigitador, y las manchas de comida daban a todo un aire surrealista que colaboraba con la simplicidad del acto. Recuerdo que René Lavand simulaba la mayor lentitud en sus trucos y esto justamente era lo que los hacía geniales. Con el de Mateo, nada era espectacular, veloz o violento, pero estaba claro que era grandioso.

Seguí el juego mecánicamente y, cumpliendo la labor de padre dedicado, señalé mi propia mejilla esperando su descripción.

–Ete, un beso y ete oto beso –dijo haciendo pinza con pulgar e índice de cada lado de mi cara. Su respuesta me sorprendió ya que yo esperaba el nombre que vino después y no la función. Tal vez acá estuvo el truco o la distracción para poder realizarlo, o no.

Después abrió ambas manos y apretándome la cara en una bofetada doble completó: -Ete tachete.

Sonreí y devolvió una risa sonora y auténtica; estaba hecho. No sé cómo exactamente, pero me trajo ahí, a la mesa frente a él, al día de sol por la ventana, a las tareas que debía enfrentar por la tarde y a otras que realmente no valían la pena. A la locura de tantas discusiones sobre el destino del país y a la importancia de pocas palabras que mueven lo profundo, lo doloroso, lo bello, lo indescifrable.

Lo miré con atención mientras él volvía a comer y traté de interpretar si era consciente de ese poder, si disfrutaba del asombro de su único espectador y víctima, si me iba a dar otra señal, pero él –como los grandes magos– simplemente continuó comiendo como si tal cosa y me dejó pensando en mis trucos de morondanga.

Esteban Morin

Junio de 2008

lunes, 9 de junio de 2008

Brevísima opinión sobre el discurso de la President@



Frases poco felices
  • Decir que la actividad agropecuaria no implica riesgo puede ser parcialmente cierto en comparación con otras actividades más riesgosas como ser presidente -ser coherente e intentar terminar un mandato- o viajante -y querer llegar a destino-, pero que hay riesgo, lo hay y alto.
  • Lo de los "ríos de leche derramada" me pareció un poco fuerte. Muchas asociaciones vienen a golpear la puerta y mejor que se queden del otro lado para no ser tan grosero.
  • Es más fácil ser caritativo con la billetera de otro. Cuando se siente defraudada porque los propietarios no quieren dar de su "renta extraordinaria" debería primero ser capaz de entregar su "jubilación extraordinaria de privilegio". Probablemente lo haga y eso sea un gran gesto, pero -como decía la abuela- "la caridad empieza por casa".
Qué quiso decir con...
  • Que en este país no hay crisis porque la gente "pudo comprarse un auto cero kilómetro o uno usado o un plasma" (sic).
  • El Estado "quiere cerrar las cuentas sociales, no las fiscales" (sic).
  • "No me siento un estadista, me siento presidenta de la república." (sic)
  • En La Matanza "hay cero coma tres camas cada... mil habitantes" (¡sic, sic!). Eso sí que es poco, es una cama cada tres mil habitantes.
  • "Mientras haya un pobre no habrá victoria para ningún sector." Siempre ha existido la pobreza y los sectores han ganado y perdido en muchas ocasiones.
Bien por...
  • Mantener un tono conciliador y no incitar a la violencia.
  • Pedir perdón (aunque tuvo que ir unido a un "pero también").
Citas pobres
  • Hablar de uno mismo en tercera persona sólo le sale bien al Diego. (El que escribe este comentario lo hace porque se siente comprometido con todos los fulboleros.)
  • Si su decisión hubiese estado inspirada en un "sueño de una noche de verano", cosa que ella misma niega, habría sido un poco más poético, volado y alegre; algo que nos vendría bien a todos.
  • Las "letras de molde" son una antigüedad que ya pocos entendemos.

Por lo demás, todo igual de vacío, pero los políticos no hablan para decir algo sino para mostrar cómo hablan mientras no dicen nada. Ése es todo el mensaje: el tono, la pose, el estilo, las citas y guiños. Para saber cómo irán las retenciones a construir hospitales, viviendas y caminos hay que investigar mucho más.
Una cosa es clara: que la banda presidencial pese más que en diciembre es entendible y esperable. Si todavía estuviera festejando que ganó las elecciones en vez de gobernar, la situación sería realmente grave. En unos días vamos a olvidarnos de las retenciones, como nos olvidamos del CVS y hasta del riesgo país que no nos dejaba dormir. Empiezan a correr las apuestas sobre cuál será el próximo indicador que nos enloquezca. Al final todo es matemática... ¿o no?

jueves, 5 de junio de 2008

lunes, 19 de mayo de 2008

La inversión de la mirada

"La prensa es el factor responsable de mayor volumen
en el proceso de la “instrucción política” [...];
se encarga ante todo de esta labor de “información pública”
y representa así una especie de escuela para adultos,
sólo que esa “instrucción” no está en manos del Estado,
sino bajo las garras de elementos que en parte son de muy baja ley."

Esta frase no corresponde a ningún miembro del gobierno de Kirchner I ni Kirchner II, ni al de De la Rúa, ni a ninguno de los que acusaron ser víctimas de intentos desestabilizadores y golpistas; es de Adolf Hitler y se encuentra textualmente en su libro "Mi Lucha". Con estas expresiones explica el funcionamiento de la prensa en la Viena de su juventud y detalla cómo a partir de esta experiencia entendió la importancia de manejar los medios para los fines propagandísticos del nazismo. Un manejo que ha sido el punto de partida para la construcción de estrategias políticas de comunicación que siguen utilizándose actualmente. Igualmente, hay algo que Hitler sabía -más allá de su documentada falta de recursos intelectuales- que nuestro gobierno parece ignorar, y es que no alcanza con la propaganda para lograr un movimiento popular, sino que hace falta un líder convencido y apasionado a quien admirar y con quien identificarse. Algo que Freud ya explicó largamente en cuanto a las psicología de las masas, y que también puede extenderse a los movimiento políticos y de gobierno.
De alguna manera, los Ks se emparentan con Hitler, del mismo modo en que D'Elía se asemeja a los señores que dicen que "hay que matarlos a todos esos negros de m...": son todos intolerantes y necios. En el conflicto gobierno vs. campo, el último tiene las de ganar como las tuvieron los militares en algunos procesos golpistas, porque mantienen un perfil bajo, no son prepotentes ni se meten con los ciudadanos. Ganan así la simpatía de un gran número de personas que no piensan más que en dar una lección de humildad a la presidente y a su gobierno. Humildad que será humillación y muestra de un contrapoder bien claro. También sabemos de las cosas que son capaces quienes llegan a posiciones de poder por la legitimidad de una mayoría cansada y silenciosa. Por esta vía, las cosas podrían terminar bastante mal.
Lo que sucede es que el gobierno erra de muchas maneras, pero la peor es con la prensa, no porque el fallo sea distinto, sino porque elige mal al adversario. Parece que la política fuera la del niño caprichoso, que cree que si llora y patalea más fuerte logrará que el otro le devuelva lo que considera suyo. Así reclama el gobierno las retenciones al campo y así también se queja por la pérdida de imagen y los "ataques" de la prensa.
Nadie discute el poder de los terratenientes o del grupo Clarín, ni las intenciones maquiavélicas que pueden mover a uno u otro a diferentes acciones; lo que duele es que quienes son representantes directos de los ciudadanos, porque se han ganado ese derecho y ese deber por el mandato popular, no sepan manejar estas contiendas con mayor altura, eligiendo mejor las palabras y las acciones.
Salir a decir que TN es "Todo Negocio - Todo Negativo" (como indican los carteles con los que se inundó la ciudad de Buenos Aires) es pensar que la gente es idiota. Ni un discurso ni el otro son verdaderos o -para ser más precisos- verosímiles: ni la protesta del campo está dirigida por Videla, ni los medios son mentirosos o negativos porque niegan la realidad de un país que va viento en popa hacia la costa de la felicidad. Si quienes manejan esa campaña piensan que la gente va a creerle más un gobierno, que miente en sus propios indicadores económicos, porque denuncia que los medios están atacándolo, está subestimando a la gente. Si es grande el descreimiento y la falta de confianza en el gobierno (que es el único indicador al que parecen estar prestándole atención desde la Casa Rosada) es porque han cultivado la mentira lenta y cabalmente. Tal vez por ahí deberían empezar para recuperar la legitimidad que se les escapa de las manos, invirtiendo la mirada para encontrarse con la imagen que les devuelve el espejo de otros actores de la sociedad y no sólo creyendo lo que escuchan de un pequeño grupo de aduladores y chupamedias.

[Hoy me desperté político, ya se me va a pasar.]


Las tres imágenes son del tríptico "El jardín de las delicias" de El Bosco, pintado en 1500. Me gustaron la representación de "Paraíso" (el primero), "Central" (el segundo) e "Infierno" (el último) como formas de ver la realidad. Lo que para uno es el infierno para otro puede ser el cielo. ¿No llama la atención la poca cantidad de gente en la primera imagen?

jueves, 15 de mayo de 2008

Respuesta a aviso "Se busca joven"

Se publicó un aviso en el blog de Alejandro Rozitchner 100 volando buscando joven con habilidades de internet, fotografía digital y diseño. Me llamó la atención el perfil de la búsqueda, pensé primero en responder en serio, pero después me di cuenta de que no era para mí y se me ocurrió mandar el texto que está más abajo.



Creo que para que se entienda mejor, conviene leer primero el aviso original.


Estimado Alejandro, dos puntos, abajo.
A mí me diagnosticaron eso del internético (o no sé si era otra cosa), me dieron un remedio y se me pasó... o más o menos. Si quiere le recomiendo el médico que me atendió, un joven amabilísimo que dio con la tecla enseguida. Aunque a veces me siento un poco solo, en un mundo de palabras viejas que ya nadie quiere usar, como si dieran vergüenza. Pero estoy mejor y eso es lo importante.
A esto lo está transcribiendo -y traduciendo un poco, también- mi sobrino, que mangia lungo de tecladitos y pantallas (tuve que deletrarle algunos vocablos que él quería poner de otra manera... claro, algunos cambios le dejé hacer para que no me mande a freír churros).
En cuanto a la fotografía, tengo una Leika del treinta y seis, y ocho cajas con papel fotográfico. Al estudio tengo que hacerle algunas refacciones, pero con un poco de dinero que me adelantes, lo recupero en un santiamén y en menos de una semana puedo sacar y revelar un rollo de veinticuatro fotos blanco y negro. Son años de experiencia, no cualquiera lo logra con tanta efectividad. Eso sí, después me tengo que tomar unos días de descanso porque termino extenuado.
Si es por grabar, puedo memorizar unos diez o doce segundos; mi memoria no es la de antes. Y de la taquigrafía ya me olvidé todo.
En lo de tratar a la gente con desenvoltura no voy a poder ayudarte; te soy sincero. En la primera de cambios me envuelvo todo en las palabras y termino en un embrollo del que me es imposible salir. Igualmente, mi hijo que es experto en esto de los recursos humanos (tiene un récord de trescientas entrevistas sin conseguir trabajo), me explicó que el candidato ideal no existe, así que no voy a ir para atrás con mi postulación.
Tengo una duda con lo de que el trabajo es "algo remunerado" y me gustaría plantearla sin intención de ofender y esperando que esto no genere una mala impresión en usted o la gerencia de este... güeb (aclara mi sobrino). ¿Es "algo remunerado" como cuando decimos que una mujer está "algo vieja" y en realidad queremos indicar que es "efectivamente vieja" o como cuando decimos que está "algo fuerte" y es porque está relativamente buena (o lo suficiente para un señor de mi edad)?
O... ¿es como cuando una comida está "algo salada" o "algo dulce" que indica un exceso? Si este es el caso, está demás aclararle, mucho más es mi interés por participar.
Mi sobrino dice que no entiende bien para qué le hago escribir lo anterior y entonces he usado mi última carta sobre la autoridad de los mayores ordenándole que haga lo que le digo. Ahora se tiene que ir a juntar con no sé quién (me parece que es una excusa porque ya lo cansé) que conoció por un btronco o un ftronco y ya no le entiendo de qué habla.
Entonces le pido que le ponga la estampilla y mande nomás esta carta, que muchas gracias, que no sabría cómo habría podido resolverlo sin él, que me acepte los cinco pesos para la gaseosa y que nos veremos para el cumple de su madre (mi hermana) o para navidad... quién sabe.
Sin más, y a la espera de una respuesta favorable, aprovecho la oportunidad para saludar a vuestra merced muy atentamente.