lunes, 15 de noviembre de 2010

Tonto el que lee


Sigo leyendo a Piglia y viene a mí una pregunta sobre cuál es la diferencia entre lectura y escritura. El autor viene explicando el modo en que funcionan los policiales donde la figura del investigador privado como personaje solitario que devela, en la lectura de las situaciones -y muchas veces en la lectura específica de diarios, textos y pistas- la trama del misterio.

El escritor es también una especie de investigador que se lanza a unir los puntos y a dejarlos ahí para que el lector los recorra, lo reedite. Más allá de la historia superficial, es la trama oculta -muchas veces para el mismo escritor- la que es reconstruida por el lector, que la reinventa y obtiene nuevos sentidos en la lectura.

Puesto así, había surgido en mí la duda de cuál era la diferencia real de escribir y leer, ya que como acto de dar sentido, ambas parecen acciones con el mismo resultado. Sin embargo, dos líneas nuevas de pensamiento surgen. La primera es pensar que la dirección de las acciones tienen dos sentidos distintos: mientras la lectura es hacia el mismo lector, o sea que sujeto y objeto de la acción son la misma persona, la escritura es siempre hacia un otro, sujeto que dedica a un otro. Un otro que normalmente es una mujer, al parecer de Piglia y en relación con la historia de varios autores hombres. Más allá de que afirmar lo anterior es caer en una generalización simplista, recuerdo ahora a Bordelois y su explicación del eros del lenguaje que engendra: "la palabra que engendra". El que escribe la palabra es "el hombre" que engendra en "una mujer" que lee.

Escribo queriendo provocar algo en alguien y muchas veces viene a mí una persona específica, aunque me es indispensable olvidar el destinatario para dar algo bueno de mí, como es necesario dejar de intentar complacer al otro para poder tener buen sexo. Al final escribir es más pornográfico que cualquier otra cosa. Ahora entiendo por qué siempre me gustó tanto leer y escribir. En vez de "tonto el que lee" como escribía el duende por toda la ciudad, deberíamos decir "penetrado el que lee". Penetrado y embarazado por una palabra que es germen, parásito, luz e impulso de otras palabras.

2 comentarios:

  1. Simplemente genial! decimos que leer y escribir son dos caras de la misma moneda, que no puede existir el uno sin el otro, vale la comparación para el sexo.

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