lunes, 18 de febrero de 2013

Intercambio Gunt-Joseski


Mara Gunt: –Señor Joseski ¿por qué no cuenta algo de sus orígenes para nuestros ansiosos lectores?
Narov Joseski: –Primero que nada: buenas tardes. No sé dónde habrá aprendido usted modales, señorita, pero se nota que le falta mucho todavía. Yo soy un señor mayor y merezco respeto. Además, una trayectoria como la mía no puede ser ignorada así porque sí de esta manera.
MG: –Disculpe entonces, señor Joseski. Buenas tardes, ¿cómo está usted hoy?
NJ: –¿Y a usted qué le importa? No sea entrometida y maleducada. Mi vida privada es cosa mía.
MG: –No quisiera molestarlo, señor, pero me mandaron hacer esta entrevista a la que usted también accedió. Si no es inconveniente, me gustaría hacerle algunas preguntas.
NJ: –¡Ah, sí! Claro, claro. Por favor, lance nomás sus cuestiones. Aquí estoy para responderle… bonita.
MG: –¡Disculpe!
NJ: –No se ofenda, señorita. Es que con esas piernas, uno entiende cómo usted ha podido crecer en el mundo editorial, contando con tan poco talento.
MG: –Su comentario es desubicado y sexista. La posición que ocupo la logré a fuerza de empeño, dedicación y talento, poniendo el pecho al periodismo comprometido.
NJ: –¿El pecho? Mire usted. Hubiera dicho que su fuerte eran las posaderas.
MG: –No puedo seguir con esto. Usted es un tunante insoportable.
NJ: –A mí no me corrés con insultos de diccionario, trepadora literaria. Conozco a tu clase. Los he sufrido en carne propia más de una vez. Desplazando calidad con amiguismo y favores.
MG: –Usted me confunde, Joseski, o sus ojos le fallan. No es que yo no aprecie mis propios dotes, pero estoy lejos de ser una jovencita encantadora: la nariz ganchuda, los ojos extraviados, mi brazos cortos y laxos, mi absoluta falta de delantera y encima la joroba. Sí, tengo un trasero enorme, pero el tamaño no dice demasiado. Me llevó años de terapia llegar a aceptarme como soy.
NJ: –Por favor, no trate de engañarme. Debe recibir piropos y propuestas a cada paso. Me extraña que haya venido sola a la casa de un hombre solo… porque usted sabe, soy solo.
MG: –Normalmente mi perfume es mi mejor guardaespaldas. Ya no sé qué hacer para dejar de transpirar así.
NJ: –Una mujer como usted debe provocar envidia a la mejor rosa.
MG: –¡Hombre! Las cosas que dice...
NJ: –¿Por qué no se sienta a mi lado así hablamos con más naturalidad, sin ese grabador en el medio?
MG: –Mh… está bien.
La grabación se interrumpe en este punto. Junto al cassette, llegaron a esta redacción los dos textos que se publican a continuación: Receta para Pegote y Aforismo 2.

Receta para Pegote
por Mara Gunt

Consiga dos personas en el punto exacto de su necesidad. (Hay que aprovechar que en esta época se encuentran con bastante facilidad.)
Déjelas macerar un tiempo sus propias desgracias, pero no tanto como para que se agríen. Para saber el punto justo, pínchelas donde más les duele y compruebe que se enojen pero que no lloren. Si hacen lo último, se habrán pasado y la receta no funcionará.
Con esto resuelto, lo demás es simple. Colóquelas en la misma habitación y sume una excusa para que tengan que hablar obligadamente y deje que la preparación se cueza en su jugo. Si escucha gritos y peleas, seguidos de risas y zapateos o hasta susurros y gemidos, la receta ha funcionado a la perfección. ¡Disfrútelo!

Aforismos 2
A la oportunidad, le pinto la cara color esperanza.”
Al que nace barrigón, esperalo con comida.”
Narov Joseski

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