miércoles, 6 de febrero de 2013

De aeropuertos


En un aeropuerto. Digo que entro a un aeropuerto con todas mis valijas y bolsos, esperando no tener que enfrentarme a otros problemas de vuelos como alguna vez anterior (siempre que estoy haciendo algún plan, o debo esperar que las cosas funcionen, temo que todo salga mal y quede en el aire, y nada mejor que un aeropuerto para quedar en el aire). Llego hasta un mostrador donde una mujer me atiende diciéndome que están suspendidos los vuelos a Rosario. Pienso en que podría estar en una hora por allá, pero que este inconveniente me retiene aún más en Bs. As. Hay otras personas en mi situación, pienso en que debería irme a Retiro (retirarme en Retiro, huir, salir corriendo). Me acerco más en el mostrador y le pregunto a la “azafata” (zafada, zafar) que atiende.
¿Conocés el cuento del… (ahora no puedo acordarme si era el del escorpión y la rana, la hormiga y la cigarra, o el dueño que golpea al perro y el perro siempre vuelve)? —Mientras pregunto, mido su reacción para ver si se pone más agresiva o responde a mi pedido, si presta atención o se enoja. Al final, entra en el juego y así me dedico a contarle el cuento que no sé cuál era…
Llega un taxista buscándome en el aeropuerto, para llevarme a Retiro. Creo que venía por otra cosa, pero yo asumo que tendrá que llevarme a la estación para tomar un “colectivo” (colectivo, el destino de otros, el camino de todos, compartir como en la “gran familia” sueños, caminos y destinos). Me ayuda a cargar algunos bolsos y yo voy con otros. Pienso ahora en en Sergio (el escritor que me pasó su novela). Gente que se esfuerza por hacer lo que quiere, pero está atada a un destino, a una estructura personal que lo atormenta. No llego a Retiro.

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