lunes, 25 de octubre de 2010

Tiempo


Hubo una época en que odiaba los lunes. Ahora me encantan. Por supuesto, los días nunca me son indiferentes, los odio o amo con la misma intensidad.

Antes de seguir escribiendo sobre el tema sobre el que quería discurrir hoy, quiero explicar el porqué del horario (arbitrario) de publicación de esta serie. Considero a las 11:45 hs. un horario bisagra en el día. Es claro que no es el único, pero me interesa éste en particular porque indica el próximo fin de la mañana y la necesidad de tomar algunas decisiones. Cuando faltan quince minutos para el mediodía uno debe enfrentarse a la revisión, rápida y poco reflexiva o sesuda y detenida, de los temas que se había propuesto resolver en horas de la mañana y pasarlos a la tarde, al día siguiente, a la semana siguiente o abandonarlo. Lo que. Es un momento de transición, de medianería, de paso y traspaso. Un pequeño símbolo de tantas cosas. Una pavada.

El tema que quería dejar planteado hoy, y ahora veo la relación con lo que escribía más arriba, es la cuestión del tiempo. Mi analista hablaría de la forma extraña en la que yo "habito el tiempo" (lo de extraño es una calificación propia) en relación a la velocidad con la que siento se consumen las horas del día y la compulsión que me lanza a tratar de aprovecharlas al máximo, disminuir las horas de sueño, los "tiempos muertos", las ineficiencias de todo tipo.

Ahora vuelvo sobre esto y me pregunto qué será un tiempo muerto, donde justamente si haya algo que no se detiene, que nunca muere, es el tiempo. Bien, vamos cayendo en frases comunes como "Hay más tiempo que vida", así que no esperemos mayores cosas de esta sección.

Tanta gente habló del tiempo y, sin embargo, nada saca esta sensación de urgencia que me inunda la gran mayoría del... tiempo (qué más). Hay una angustia básica, una percepción de que la cosa se escapa, que antes de que pueda darme cuenta aparecerá el cartel de "GAME OVER" y no podré reiniciar el juego.

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