martes, 30 de marzo de 2010

3000 caracteres 6

Digo mi discurso de nuevo. Me presento y miro a todos los presentes, los pongo en perspectiva de las actividades del día y de lo que nosotros haremos como observadores y evaluadores. Hago los chistes de rutina, provoco la risa de algunos y fluye un poco más de energía.

Ahora paso a las instrucciones, doy los tiempos para el trabajo y la gente se aboca a la lectura del caso que deberán resolver. Me siento en una silla, alejado un metro de un extremo de la mesa y dibujo mi tabla con los postulantes: Laura en una esquina, Juan Carlos a su izquierda y Pedro a la derecha, más acá Julieta y del otro lado Agustina. Uso un mapa gráfico ya que para mí todas las posiciones son relativas unas con otras. Entiendo el lugar que uno ocupó por comparación con los demás.

Todos leen compenetrados y el aire podría cortarse con un cuchillo. Ya no me importa esa tensión, me volví insensible y, si bien comprendo los nervios de los otros, para mí es parte de una rutina aprendida y eficaz.

En el cielo cruza un avión y los autos corren por la autopista. Una vibración permanente mece la habitación luminosa. ¿Dónde estás? ‘I don’t wanna lose your love tonight’. Bajo la mano hasta el café que dejé en el piso y sorbo un poco; es un brebaje horrible, pero no puedo evitar tomarlo para intentar aceitar los engranajes de mi cabeza. ‘Oh, oh, oh... I don’t wanna lose your love tonight.’

Agustina empieza a hablar buscando dejar claro que terminó de leer antes que nadie: “Habla primera”, coloco en su casillero. Los demás se mueven ansiosos y Juan Carlos hace una seña porque todavía le faltan unos párrafos. Julieta saca una hoja de la pila en medio de la mesa, la dobla a la mitad y comienza a escribir de manera incontenible.

Bebo otro poco de café y miro mi hoja. Anoto la fecha en el extremo superior de la misma y dejo el vaso de plástico de nuevo en el piso. Los otros evaluadores hablan en un rincón y se ríen, uno de ellos escribe en su laptop como si se le fuera la vida en esa acción.

–Me parece que lo mejor opción es la cuarta… no sé que piensan ustedes –arriesga Juan Carlos que por fin levanta la cara del papel. Pedro me mira perdido y yo esquivo sus ojos escapando hacia la ventana. Una bandada de pájaros cruza y desaparece hacia abajo.

‘Josie’s on a vacation far away.’ En la otra mesa todos parecen enfrascados en una lectura que supera sus capacidades y a la mirada de otro evaluador que no sabe qué hacer sonrío y hago una seña como para que siga atento a los movimientos del grupo.

En mi mesa la discusión se lanza aunque un primer acuerdo llega rápidamente. Un acuerdo que deberá validarse o destruirse en unos minutos más. Juan Carlos: “Insiste con su idea, no negocia.” Julieta: “Escucha las opciones que plantean los otros y suma.” Laura: “Intenta liderar, pero algo no cierra.” ‘I just wanna use your love tonight.’ Agustina: “No para de hablar, ¿escucha?” Pedro: “Este pibe está pasándola mal.”

Mis anotaciones fluyen mientras recorro el dibujo que representan las personas en el papel. Voy llenando casilleros casi sin pensar y me convierto en una especie de registrador automático. Palabras y símbolos van superponiéndose y completándose como una pintura que va creciendo.

Dejo la birome a un costado y miro el cronómetro. Faltan unos minutos hasta que se termine el tiempo y ya sé quiénes son los candidatos con mejores oportunidades de éxito. Observo ahora a los otros evaluadores para verificar mis propias apreciaciones, leo en sus caras sus preferencias y tengo claro lo que vendrá.

Sonrío y doy por terminado mi trabajo, en automático hablo, concluyo y entrevisto. Las horas pasan y otro día brillante acaba. Algunos pibes festejarán la posibilidad ganada y otros llorarán la frustración en sus casas. ‘Oh, oh, oh… I don’t wanna lose your love tonight.’

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