jueves, 14 de junio de 2012

Figuras

Treinta y cinco segundos desde que cierro la puerta del departamento y estoy en la salida del edificio. De ahí a la boca del subte son unos doce minutos, segundos más, segundos menos, dependiendo de los semáforos y el tráfico. Cuatro minutos para recorrer dos estaciones y dos más para llegar a la oficina.

En el medio cruzo negocios, espacios pintados y recargados, mangueras regando veredas, agua por todos lados, obstáculos fijos y móviles. Percibo también otros recorridos, pero todo está como mezclado, como un fondo sin grandes distinciones, y de repente, entre la luz cruzada de la mañana, la humedad que cala los huesos y los autos que cruzan a toda velocidad una esquina antes que el semáforo cambie de color, una persona, hay alguien. Casi todas las veces pasa que surge alguien, que emerge a la mirada. Hoy era un tipo que tenía una nena de unos tres años de edad en brazos mientras entraba al vagón delante de mí.

En ese momento, comienzan a aparecer otras personas, con sus rasgos pequeñísimos. Siento su respiración, sus tristezas, sus sueños, el cansancio, el mundo de preguntas que todos llenamos de música mientras nos desplazamos. El proceso crece y se incrementa la capacidad de percepción, que un momento después comienza a decaer.

Pienso nuevamente, casi todos los días aparece alguien, un otro, que hace más real el mundo, pero hay otros días, los más tristes, en que todo es sólo cartón pintado y figuras que se repiten. Por suerte, son los menos y hoy no es uno de esos.

¿Les pasa lo mismo?

3 comentarios:

  1. A mi me ha pasado lo mismo. Me gustó mucho el relato. Pá

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  2. me ha pasado desde la camilla rumbo al quirófano, desde el escenario, en la fila del banco, esperando que salgan mis hijos del cole, en fin, por suerte o gracias a Dios, es lo que nos hace humanos, nuestra capacidad de ver a un "otro"... tampoco le pasa a cualquiera... hay que estar atentos... Gabi

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