viernes, 12 de diciembre de 2008

Marc el argentino

Me enteré que seré tío nuevamente, me enteré. ¡Pucha que la alegría me pegó para cualquier lado!


para Paula, pero sobre todo para David

¡Cagaste hermano! Vos todavía no caíste en cuenta, pero tendrás un hijo argentino. Claro que hablará catalán, que se llamará Marc, que tal vez sea hincha del Barza y pase la mayor parte de sus Navidades con frío y hasta nieve. Es un hecho que tendrá pasaporte de la Comunidad Europea, juntará céntimos y no centavos, y cantará canciones tradicionales de odio a España y la corona, como buen hijo de su padre. Podrás argumentar mil cosas más, pero no importa porque yo sé que la Paula lo educará en secreto, porque nos llaman primos pero somos casi hermanos y compartimos la mitad de los genes, es decir: dos de cuatro abuelos. Eso es mucho. Además la conozco de jugar escondidas, leer juntos la colección completa de “Elige tu propia aventura”, de pasar madrugadas charlando y tardes jugando a la canasta, de haber hecho travesuras juntos y, de algo que nos aúna mucho más, de recibir juntos el castigo. De eso estoy seguro y es que mi prima, como buena madre argentina, aunque ahora quiera ocultarse tras una imagen construida con años de esfuerzo, sabrá cumplir su rol y criará un hermoso gordito sudaca.

Dirás que tenés suegros y cuñados que ya dicen esto, pero yo insisto en que no es lo mismo y, aún más, considero fundamental mi función de tío a la distancia. Porque llegará el día en que Marc quiera saber de la tierra de su madre y sus abuelos, pregunte por la familia que quedó lejos, o sea por mí y decime si no es importante que yo esté acá para cuando el niño quiera saber de los que nos quedamos. Está bien, formaré parte de la lista de nombres que serán un mapa, fotos, relatos. A mí me basta con eso.

Por supuesto, antes de eso habrá funcionado un biorritmo genético inexplicable y ya lo habrás visto taciturno y vacilante ante el mejor programa de humor ibérico y en cambio llorando de risa con Capusotto o Alfredo Casero, piezas de un museo en Internet. Ya habrá comido tortas con dulce de leche que le hará su abuela sólo para él, abuela que además es mi madrina. ¡Hay pibe, en la que te metiste!

Sé que ahora mismo vos querés defenderte, argumentando que los catalanes son “cabrones hijoputas” que no tienen por qué temerle a nadie, pero yo insisto. En tu propia casa vas a tener un argentino, un pedacito de garca durmiendo en tu habitación y después escribiendo tus paredes. Nosotros somos bien jodidos, por si todavía no te diste cuenta. En este país, enfrentamos a los españoles con lanzas en el Norte y ahora les afanamos Repsol y Aerolíneas, echamos a los ingleses con ollas de agua hirviendo y somos amigos de Bono y Sting, metemos goles con la mano en los mundiales e invertimos el orden migratorio invadiendo a nuestros propios colonizadores. Somos ladinos, desconfiados y terribles negociadores, y también simpáticos, entradores y inefables querendones. En pocas palabras, alimentarás al enemigo en casa.

Seguro que ahora vas entendiendo y querrás negociar, diciendo que el retoño será medio y medio. Pero nadie es medio malo y medio bueno. Lo primero anula lo segundo, no hay caso.

El día del que hablo, el día que va a llegar aunque no quieras, un día engañoso que comenzará como cualquiera, Marc pensará que sería lindo cenar ensalada de frutas y sándwiches de miga para Año Nuevo y querrá mirar un río marrón ancho como un mar. Sentirá un deseo irrefrenable de ver atardecer en una llanura donde se pueda ver un árbol que sobresale en el horizonte a kilómetros de distancia, ser devorado por mosquitos y degustar milanesas a la napolitana. En esa jornada nefasta, recorrerá con un dedo en el globo terráqueo –el Google Earth o lo que exista en ese momento– la brecha que separa España de Argentina, Girona de Santa Fe. Y te va a mirar, no te lo va a decir, porque quizás no tenga los vocablos, pero te va a clavar los ojos de una forma que vos vas a entender lo que piensa y escucharás resonando en tu cabeza estas palabras: “¡Jodete Papá-boludo –porque ese es el mote que te quedará en adelante–, tuviste un hijo argentino!”

No te sientas traicionado, ni ofendido. Sé que podría haberte avisado antes, pero ¿qué querés? ¡Yo también soy argentino!

Esteban Morin
Diciembre de 2008

2 comentarios:

  1. Sensacional que la vida se haga poesía de tu mano. Me emociona tu capacidad de recrear, recordar y pintar y así éso que tal vez sea sólo una sustancia química en algún surco del cerebro se vuelva imagen, sentimiento, emoción.
    Gracias Esteban y felicitaciones a los protagonistas de la historia.
    María.

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  2. Me emocionan tus palabras Wiban, ese sabor y color que tienen es indescriptible, gracias por compartirlo!!
    Te quiero

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