jueves, 17 de febrero de 2011
La ciudad
Vos no te das cuenta cómo, pero un día, de lo más bien que venías, te encontrás hablando de las baldosas sueltas de calle Florida o sobre las vacaciones en la Costa, o el fútbol del domingo.
Una mañana cualquiera vos, que siempre creíste ser fiel a vos mismo, te mirás en el reflejo de una vidriera y apenas te reconocés en un mar de gente uniformada por las mismas caras. En un punto no sabés si resistir y luchar contra esta especie de virus que te fue transformando (o así lo ves vos) o si es mejor dejarse arrastrar y ver hacia dónde te lleva y dónde resurge algo auténtico.
Pensando en eso te chocás con una vieja a la entrada de la oficina. Es la misma que viste anoche cuando saliste, encorvada como un gancho desde la cintura, envuelta en capas incontables de ropa, bolsa y papel, oliendo a orina de mucho tiempo.
-Tené cuidado, pibe -te dice mientras gira y se aleja de vos.
"Tené cuidado", te quedás pensando mientras esperás el ascensor y otro día comienza.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
todavía me siento como sapo de otro pozo, creo que tengo inmunidad para este virus que anda dando vueltas... Espero no contagiarme alguna cepa nueva... TE QUIERO
ResponderEliminar