En la tarde de hoy y de una manera trágica, Mateo tuvo su bautismo de fuego en los deportes de riesgo. Un paracaidista quedó enredado en un cable frente a casa y todavía no han podido rescatarlo.
Uno es padre y va dándose cuenta mientras su hijo crece que la temeridad que fuera casi una marca registrada en la profesión de tío desaparece abruptamente cuando lo ve caminar por primera vez o subirse temblorosamente a un triciclo. Después llega la pileta o las corridas sobre pisos rasposos, los saltos en la cama –y uno recuerda los dientes del tío Carlitos marcados en la de la abuela que todavía son ejemplo aleccionador–, las trepadas a la cocina, los recortes con tijera, los enchufes, los escalones, la bañera. Todo es un entorno tan amenazante que pensar en escalar una montaña, subirse a una moto o tener una novia parecen riesgos lejanos e imposibles a los que –con un poco de suerte y mucho esfuerzo– probablemente nunca se enfrente.
Sin embargo, y como suele suceder con esas tranquilidades engañosas, uno se encuentra así, como quien no quiere la cosa, con un intrépido de tal calaña que termina accidentado en la puerta del hogar, exhibiendo sin pudor su violento deseo de experimentar con la vida y la muerte, su pasión por la adrenalina, su vitalidad. ¿Cómo puede combatir la imagen de padre cuidadoso y precavido contra el héroe anónimo que se lanza a la aventura? ¿Cómo inculcar los valores de tradición, hogar, familia y buenas costumbres cuando la osadía te cachetea en la cara de este modo?
Mateo se pasó buena parte de la tarde gritándole al pobre muchacho a quien nadie socorrió, ante la mirada impávida de sus padres y la ignorancia pétrea de los vecinos.
Ojalá se caiga el estúpido y no le den más ganas de surcar el cielo como bólido y compararse con los pájaros. Ojalá se le rompa para siempre ese colorido artefacto que ahora le jugó la mala pasada de quedarse atrapado en la trampa de viento y electricidad. Ojalá Mateo se olvide de este infeliz episodio y podamos volver a vivir en paz: al “cuidado Mateo”, “ojo Mateo” y tal vez al nuevo “No te hagas el tonto y acordate del paracaidista, Mateo”.
Esteban Morin
Octubre de 2008
El frente de casa después del accidente
Sensacional Mateo, sus responsables padres, el estúpido del paracaidista y por supuesto el agudo observador y narrador.
ResponderEliminarGEnial
Gracias por compartirlo
María
yo fui testigo, lo vi con mis propios ojos, si hasta el silencioso grito se escuchaba... también los deseos de su madre por bajar a aquel que divertía tanto a su hijo... también pude ver que mi presencia le hizo olvidar por un rato al estúpido colgado... su bailecito me acarició el alma y entonces ya no me sentí tan estúpida yo...
ResponderEliminarbabi
Hermoso relato, descripción clara del vaivén en que nos ponen los chicos, de las preguntas sin respuesta y el devenir inquieto que los sobrinos nos regalan, los guachos de los paraidistas, los globos pincha tardes,y un montón de ejemplos en los podríamos profundizar...
ResponderEliminarQuiero compartirlo también, quiero subirme al techo, tocar el timbre,y matarme de risas en la siesta mientras alguien duerme..conocerlo más a Mateo y saber que le gusta.-
Abrazo para los tres.
Marina